lunes, 3 de enero de 2011

Jake mate

Jake. Me bastó con solo mirar debajo de aquellos libros viejos para encontrar aquel antiguo tablero de ajedrez. El deseo de jugar una partida se apoderó de mi ser, pero no se encontraba nadie en la casa, ni se encontraría, pues en esa casa no vivía nadie más que yo, desde hacia ya un buen tiempo.
Desde gran parte de mi vida he estado viviendo en una extrema soledad que solo podria entender una persona perdida en medio del inmenso océano. No fue por mi propia voluntad, sino que se fueron yendo de uno a uno, de tiempo en tiempo.
Me convertí en el hombre que mira pasar a las personas desde la estrecha ventana del living, oscuro y solitario, poco amueblado, pero con los suficientes, para la gente que allí concurría. Muebles tácticamente ubicados para una rapida huída o un ataque, cualquiera fuese el caso. Tic - Tac, hace un reloj, el tiempo se acaba, puedo sentirlo, van cincuenta y algo de tic y otros cincuenta de tac. El fin está cerca, la inminente victoria se anuncia con las miradas de los de afuera, que miran con asombro y tristeza. Mi cara lo único que refleja es una gran satisfacción, talvez una risa burlona y un suspiro de alivio.
Mi función de rey fue comandar aquellas sanguinarias acciones para asegurar mi supervivencia, sin importar los sacrificios de los mios y de mis enemigos. En cada acción que ejecuté, alguien murió, alguien dejó un espacio en blanco, un pasado oscuro y una vida desprotegida. ¿Maté?

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